sábado, 5 de noviembre de 2011

¿3 acampadas, 3 poderes? #OccupyBMV, #AcampadaSur y ahora... #OccupyTelevisa

Algo fascinante de los nuevos movimientos sociales coordinados a través de internet es la facilidad de adaptación al terreno y la política local y estatal que presentan. Porque no es lo mismo acampar en Madrid que en Nueva York, tampoco es lo mismo acampar en México. Y lo mejor de todo: que esta adaptación parece surgir de forma espontánea, casi orgánica. Los participantes de los (ahora) llamados “movimientos occupy” parecen sentir esto de forma natural.

Por ejemplo: los españoles escogieron sin pensarlo mucho plazas públicas donde construir sus acampadas, y operaron con una lógica de dispersión y de abajo-hacia-arriba. Justamente al contrario de lo que ocurre con nuestros representantes políticos, que no deben responder ante sus votantes (y que concentra una de las quejas claves de los españoles englobada en 3 palabras: “No Nos Representan”). Así, las asambleas barriales deciden y sus decisiones son llevadas a la asamblea central de la ciudad, donde el portavoz de la asamblea barrial simplemente transmite las decisiones de su asamblea y no tiene poder de decisión. De la misma forma, las asambleas centrales de la ciudad podrían enviar mensajeros o portavoces rotativos (que no “representantes”) a una eventual asamblea nacional, donde, del mismo modo, el poder emanaría desde abajo, y los portavoces deberían obedecer las órdenes de su asamblea y responder ante ella.

Los estadounidenses, en cambio, escogieron como sede icónica un parque privado. A pesar de lo irracional que esto pueda sonarnos, la decisión tenía sentido: sabían que si ocupaban un espacio público los echarían, mientras que un lugar privado (aunque abierto) era responsabilidad de la empresa y esta se lo pensaría dos veces antes de hacerse acreedora de tan mala prensa. Paradójicamente, los neoyorquinos escogieron utilizar lo privado para reivindicar lo público. Y funcionó. Otra particularidad específica del movimiento “Occupy” estadounidense es el cuidado físico que prodiga a sus “occupiers”. Acampar al aire libre, y más en invierno, es algo muy serio en Estados Unidos. Ponerse enfermo en este país puede ser la ruina económica de cualquiera, de manera que una de las primeras peticiones de las acampadas estadounidenses fue invariablemente mantas, prendas de abrigo, medicinas, etc. No así en España, donde el cuidado médico es gratuito y nadie parece muy preocupado por agarrar un resfriado por acampar.

Especificidades de las acampadas en México

La primera característica notable que se observa en México es la sectorización de acampadas. En un primer momento, las acampadas se desdoblaron en dos en la Ciudad de México: una acampada “norte” (la de la Bolsa de Valores, ligada al símbolo económico) y una acampada “sur” (más ligada a la reapropiación del espacio público). Esto de por sí era ya notable, puesto que no se sabe de ninguna otra ciudad que espontáneamente haya decidido dividir desde un inicio las sedes de sus acampadas, contradiciendo así el centralismo al que, incluso en este tipo de movimientos, estamos acostumbrados en todo el mundo.

La explicación más sencilla puede ser simplemente el gigantesco tamaño de la Ciudad de México. Sin embargo, llama la atención también el diferente simbolismo de cada una de estas acampadas que operan de facto como estados independientes, es decir, cada una con sus propias normas y valores aunque siempre en comunicación. La acampada norte está vinculada incluso físicamente con la lucha contra un poder económico internacional (la bolsa de valores), así como lo está, por el hecho de acampar junto con el profesor Edur, con la lucha por la educación (que, naturalmente, tiene todo que ver con lo económico). La acampada sur, por el contrario, enclavada en el que bien podría ser el último espacio público “real” de la ciudad, el centro de Coyoacán (real por ser verdaderamente transitado, no un lugar de paso como el Zócalo, por ejemplo), parece enfocar más sus esfuerzos a retomar por todos los medios este último enclave, cosa que, por cierto, parece estar logrando a base de la realización de continuas actividades de todo tipo (desde lo académico, pasando por cursos, hasta bailes y fiestas populares).

En estas estamos cuando irrumpe un tercer factor: una posible tercera acampada frente a Televisa. Naturalmente, es demasiado pronto para saber si ésta tendrá lugar o éxito. Sin embargo, parece abrirse una línea de actuación espontánea pero clara. En México se está dando una ocupación por centros de poder. Y no es que los ocupantes estén locos, sino que han sabido percibir lo evidente: que los centros de poder han cambiado. Ya no tiene sentido, por lo tanto, juntarse frente a los poderes legislativo, ejecutivo o judicial (lo cual podría explicar entre otras cosas la escasa repercusión de “Ocupa San Lázaro”). Comienza a delinearse la ocupación frente a los poderes fácticos: el poder económico (BMV), el poder ciudadano (plaza pública) y (tal vez) el poder mediático (Televisa).

Este es un movimiento emocional, que no es sinónimo de irracional (como algunos creen). Los indignadxs escuchan la voz de su indignación. Y la indignación no se equivoca de lugar. Es mejor hacerle caso que seguir los “cánones tradicionales” de cómo y frente a qué hay que protestar. Qué pasará, no lo sabemos. Pero tenemos esperanza en que mientras los indignados sigan escuchando a su indignación y escuchándose entre ellos, todo va a salir bien.

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