martes, 17 de enero de 2012

Periodistas “profesionales” tienen miedo a medios ciudadanos

O de cómo las redes sociales le quitan la chamba a los periodistas tradicionales.  

 
Foto de Guadiramone
  Y no hablamos del miedo a ser asesinado o desaparecido que aqueja, no sin motivos, a cualquier periodista que labore en México. Hablamos del miedo a perder su trabajo. Del miedo a que los ciudadanos de a pié les “quiten” su medio de vida y sus lectores. Miedo a que el llamado “periodismo ciudadano” les robe sus ingresos,  su status-quo o su modus vivendi.

Estos miedos se traducen en argumentos en los que los periodistas apelan a su privilegiada experticia como algo exclusivo a su propio gremio y  lejano al ciudadano común.  Ataques generalmente dirigidos a los interlocutores antes que a sus ideas.

Antes de que las redes sociales dictaran buena parte de la agenda mediática aún se valoraban de manera acrítica conceptos como la neutralidad y la objetividad como características del profesionalismo, pero afortunadamente esto está cambiando, y  gracias al crecimiento en el uso de las redes sociales los papeles entre informado e informante parecen estarse diluyendo.

¿Pero de dónde viene el éxito de las redes sociales y el bajón de los medios tradicionales?

Desde nuestra propia experiencia consideramos que este éxito tiene que ver en muy buena medida con el agotamiento del capitalismo mismo, que con sus agresivas políticas cooptó la mayor parte de las líneas editoriales de los medios informativos, convirtiéndolos en objetos de especulación financiera al igual que los recursos naturales, los alimentos y todo aquello susceptible de volverse mercancía. Modelo de piezas desechables o intercambiables en el que cada pieza dentro del engranaje tiene el cometido de servir al lucro. Los periodistas, en este sentido, no son la excepción.

Así, desde la “profesionalidad” que envuelve el trabajo periodístico tradicional, y que sigue siendo el principal argumento para desacreditar la información ciudadana, la objetividad y neutralidad significarían distanciarse del objeto de estudio en aras de un fin superior (a saber cual).  Esta “profesionalidad” se traduce en estilos retóricos donde los sujetos enunciantes, “ajenos” a su objeto, lo describen como meros expertos observadores “externos” y sin intereses personales (como si los intereses de su medio y los propios no existieran).

Este estilo retórico, deudor de los viejos preceptos racionalistas de la modernidad aún vigentes, sirvió durante mucho tiempo para abonar a la credibilidad de estos mismos medios. Sin embargo, en el contexto en que gran parte de los grandes medios ha revelado su carácter comercial por encima de su función social, surge el éxito de los periodistas y de los medios ciudadanos en detrimento de la credibilidad de quienes escriben para los medios “profesionales” o comerciales.

A diferencia del periodismo tradicional, creemos que el éxito del periodismo ciudadano radica precisamente en que la sociedad está cansada de esa separación, de esta deshumanización y falta de compromiso social. Pues la principal característica de los llamados “periodistas ciudadanos” es que informan por iniciativa e interés directo, y resultan por ello más creíbles. En un mundo donde la verdad se vende al mejor postor, como si de cualquier producto comercial se tratara, estos ciudadanos tienen más y mejores motivos para publicar que un sueldo, prestigio o un statu quo.

Así, ante el descrédito generalizado hacia los medios tradicionales de comunicación, consideramos que en la medida en que los periodistas profesionales se sigan considerando entes separados al resto de los ciudadanos y sigan escribiendo desde posicionamientos ingenuos de presunta neutralidad, su impacto seguirá disminuyendo. Porque  muchos ciudadanos sabemos que “los medios como negocio”  crean una dinámica en la cual la información es reportada antes que por intereses colectivos,  por dinero e intereses particulares. Y aunque en ocasiones la preocupación por el tema que el reportero cubre puede ser y es genuina, no olvidamos que es su chamba y está ligada a su necesidad de subsistencia, ligada, a su vez a las necesidades específicas de sus patrones y de los patrones de sus patrones. Y así. Son los típicos reporteros chayoteros del comunicado y del copy/paste laborando para el mejor postor.

Los informantes ciudadanos, por el contrario, nunca reportarán sobre algo que no les importa, sobre algo con lo que no están emocionalmente vinculados. ¿Por qué habrían de hablar sobre lo que no les interesa, si no les pagan? Al final, la mayor diferencia entre un “periodista profesional” y un “periodista ciudadano” no es la tan cacareada “profesionalidad” (que, citada así, en seco y sin ejemplos, no denota sino el miedo del profesional frente a la posibilidad de verse desplazado), sino que uno escribe por dinero lo que otro escribe por coraje.  

Un periodista ciudadano escribe solo sobre aquello que le interesa genuinamente, aquello que está dispuesto a comprobar y verificar, condición que, en virtud de sus obligaciones económicas, profesionales, personales, maritales, etc. nunca podrá cumplir al 100% el periodista profesional.

Creemos que si el “periodismo profesional” quiere sobrevivir, solo podrá hacerlo en redacciones habitadas por seres humanos que escriban sobre lo que les interesa como colectivo, y no únicamente como entes autistas, interesados en mantener el trabajo,  separados de la sociedad sobre la que escriben e insertos circunstancialmente en el individualista engranaje del lucro.

Si el periodismo fue creado cuando habitábamos un mundo en el que la información a distribuir se dictaba “desde arriba”, y los periodistas eran los voceros encargados de dar a conocer esta información a las “masas”, esto ya ha caducado. El periodismo fue creado y encajado en una estructura social que ahora se desmorona. De ahí el pavor con el que muchos periodistas, buenos y malos por igual, enfrentan esta nueva situación donde empiezan a darse cuenta que cada vez son menos necesarios, puesto que en su mayoría, como dirían en España, no nos representan: ya no son la voz del pueblo, puesto que el pueblo ha encontrado maneras para hacer oír su voz directamente.

Así, cuando se aduce irresponsablemente a la falta de profesionalidad, capacidades y/o de certificación profesional como principal razón para desacreditarnos a los “periodistas ciudadanos”, o cuando nos acusan de “falta de rigor”, sentimos que se están echando la soga al cuello y reflejando sus propios miedos, porque la metodología para la investigación y el rigor, como cualquier periodista o investigador sabemos, no se aprenden exclusivamente en las aulas, ni en la redacción, sino que los dan sobre todo la experiencia y las ganas de aprender.

Además, bajo esta misma lógica del poder que legitima o deslegitima cualquier información desde sus propios instrumentos –independientemente al interlocutor- podría desacreditarse desde la academia, por ejemplo, el rigor metodológico de cualquier investigación o trabajo periodístico -independientemente a su calidad y pertinencia-, esto por más que una buena investigación sea siempre una buena investigación.

Los periodistas ciudadanos somos gente de todo tipo, diversa en todos los sentidos y con más o menos estudios; lo único que tenemos en común es que lo que hacemos lo hacemos simplemente porque nos importa. Podemos ser más o menos rigurosos –como cualquier periodista “profesional”-, y según nuestro rigor nos valorarán nuestros lectores –igual que a un periodista profesional-, con la diferencia de que el dinero no compromete nuestras letras y que lo que escribimos lo escribimos por el puro (dis)gusto.

miércoles, 4 de enero de 2012

Números invisibles: el misterio de los muertos mexicanos

 


34 mil es el total de la cifra oficial de víctimas de la "guerra contra el narcotráfico" en México desde 2006 hasta 2010. Se presume que la cifra actualizada ronda los 50 mil. El gobierno mexicano se ha reservado las cifras de 2011 como información clasificada. Foto: Pulpolux (CC)

 

En México, despertamos al 2012 con una noticia siniestra. El gobierno mexicano ha decidido clasificar como información reservada y confidencial la cifra de muertos del año 2011. Se sabe que la cifra de muertos oficial -la última que proporcionó el gobierno- sumó a finales de 2010 los 34 mil muertos. (Lo de “muertos” es un eufemismo nacional, claro: lo que en realidad se cuenta no son “muertos” sino “homicidios”). Sin cifras oficiales y sin esperanza de tenerlas en un futuro próximo -no se sabe cuando el gobierno “desclasificará” la información-, los medios y las organizaciones recurren a las cifras proporcionadas por los buques insignia del periodismo mexicano, convertidos por obra y gracia de la censura gubernamental en los últimos guardianes de las cifras más inquietantes del país.
Cifras de muertos (homicidios) en México en 2010:
Reforma: 12359
Milenio: 12284
El gobierno no ha actualizado su recuento de muertos desde el 12 de enero de 2011. Por cierto que el nombre de esta maravillosa base de datos gubernamental -ahora silenciada y sin visos de reabrirse pronto- es “Base de Datos de Homicidios Presuntamente Cometidos por Rivalidad Delincuencial”. Podrían haberla llamado “Base de Datos de Balaceados, Descabezados, Troceados y Muertos en General por Medios Alucinantemente Violentos por Razones Que No Conocemos y/o No Queremos Conocer y que Sospechamos Tienen Que Ver con la Ofensiva Militar Emprendida por el Gobierno”, ya puestos.

¿Cuál es la cifra verdadera?

La Jornada, Reforma y Milenio proporcionan cifras confortablemente parecidas. Y las daríamos por buenas con facilidad si no conociéramos el proyecto de Menos Días Aquí, lanzado desde Nuestra Aparente Rendición, que no es otro que el conteo ciudadano de “muertos”, operativo desde setiembre de 2010. Menos Días Aquí adquiere ahora, tras la censura gubernamental y la bonita coincidencia entre medios de comunicación en cuanto a la cifra “real”, una notoria relevancia. El blog ha contado 15434 muertos durante el año 2011 (del 2 de enero de 2010 al 4 de enero de 2011), tres mil más que los medios oficiales, y más de 19 mil muertos desde que iniciaron su conteo en setiembre de 2010. El conteo es realizado por voluntarios. Cada voluntario se encarga de monitorear durante una semana todos los medios de comunicación disponibles en internet y reseña el nombre de la persona asesinada (si se conoce), lugar y circunstancias de la muerte hasta donde es posible. Se trata de una base de datos ciudadana y abierta donde cada dato puede ser cotejado y comprobado públicamente.
El gobierno mexicano cubre ahora las cifras de sus ciudadanos asesinados a sangre fría y sin juicio alguno. Pero tal pareciera que los ciudadanos mexicanos la vieron venir cuando, hace quince meses, inauguraron esta base de datos que ahora se revela en todo su esplendor. La censura del gobierno mexicano es inútil: sus ciudadanos ya estaban preparados para ella. Mientras el mundo aclama las redes sociales que posibilitaron las “revoluciones” árabes, el 15M y el Occupy Wall Street, ignora que en México los ciudadanos utilizan hashtags para advertirse colectivamente de balaceras y demás peligros asociados con la llamada “guerra contra el narcotráfico”. También las licencias Creative Commons han crecido exponencialmente en los últimos tiempos, promovidas por algunos de los proyectos periodísticos pioneros en la difusión de información transmitida a través de redes sociales. Ejemplos de ello son medios como Los Ángeles Press, Proyecto Ambulante, Desinformémonos y también Pulso Ciudadano. Nuestra Aparente Rendición, alma mater de Menos Días Aquí, no utiliza explícitamente licencia Creative Commons pero permite abiertamente la difusión de sus materiales. Ante la tragedia nacional, comienzan a quedar atrás las antiguas rivalidades entre medios de comunicación. El objetivo no parece ser ya la primicia, sino que la información se difunda como sea.

Publicado originalmente en www.pulsociudadano.com