viernes, 16 de abril de 2010
Arde Islandia: la nube tóxica amenaza a Europa
Una nube tóxica procedente de Islandia invade Europa. Pero no la del volcán que palpita bajo el enorme glaciar de tan hermoso e impronunciable nombre: Eyjafjalla. De las entrañas de Islandia, bello país ignoto (nunca tuvimos el gusto, ni la lana) surge un veneno mucho más peligroso: la deuda. Lo malo de Islandia (malo para el desalmado neoliberalismo mundial, entiéndase) no es que deba del orden de casi 4.000 millones de euros: lo malo es que este país ha tomado una decisión, que por lo inédita y descabellada, ha hecho temblar al mundo: ¿saben qué? Que Islandia ha decidido, en democrático y saludable referéndum, ¡que pague su padre!.
Pero como diría Jack el Destripador, vámonos por partes. Aún en el año 2008 Islandia encandilaba a los reporteros de todo el mundo, que acudían en manada a derrochar elogios sobre el helado país. El milagro Islandés nos hacía soñar a todos: un paraíso de cultura, educación y sobre todo, mucho, mucho dinero. De dónde salía el dinero no era algo que preocupase al reportero. Islandia se había convertido en el banco favorito de Europa y del mundo. No, perdonen la incorrección: Islandia no. Sus bancos. Los bancos Islandeses florecían entre el hielo tomando dinero prestado y volviéndolo a prestar. (¿Si es que, ven qué fácil es hacer dinero? Si es que el que no emprende es porque no quiere…) Sus cuentas de ahorro ofrecían suculentos intereses. Muchos “ahorradores” (así les llaman, no se sabe muy bien por qué si lo que menos hacen es ahorrar) europeos (sobre todo, por cierto, británicos y holandeses) abrieron cuentas en el Icesave, filial online del Landsbanki. Los tres principales bancos del país, por cierto (Kaupthing, Landbanski y Glitnir) habían sido privatizados en 2003. La fiesta duró lo que duró el dinero: acosados por deudas, y sin poder adquirir nuevos préstamos a causa del catarrito económico mundial, los tres grandes bancos islandeses se declararon en quiebra. Y cómo no, el estado islandés, presionado por la Unión Europea, se vio obligado a nacionalizar los tres bancos. ¡Oigan! así mi burro viejo juega…Y es que como dicen, ¿por qué los estados permiten la privatización de sus negocios rentables y nacionalizan en cambio los negocios quebrados…?
Se las prometía felices la Unión Europea, convencida de que sus ciudadanos iban a cobrar hasta el último centavo (¿y quién les mandaba a los susodichos ciudadanos poner su dinero en un banco islandés para empezar?¿es que no saben que poner dinero en un banco –sobre todo si da un tipo de interés tan alto por tus ahorros- implica ciertamente un riesgo?). Convenientemente sometida y sodomizada la voluntad del gobierno Islandés, nada impedía ya, en efecto, cobrar los 3.800 millones de euros de la deuda generada por la intrépida avaricia de los particulares británicos y holandeses (por no sacar a relucir aquí la avaricia nacional de los banqueros islandeses, que también jugó su papel en este cuento): total, barra libre, que paga Islandia. Los islandeses, sin embargo, pensaban otra cosa: en enero de 2010 el presidente islandés, Olafur Ragnar Grimsson, recibió de manos de sus ciudadanos una petición firmada por más de 56.000 islandeses (casi una cuarta parte del electorado de un país, que, recordemos, cuenta con menos de 320.000 habitantes) para detener la aprobación de la ley que permitiría el endeudamiento eterno (a cómodos plazos e interés variable, claro está) de la pequeña nación polar. Celebrado el referéndum el 6 de marzo de 2010, la opinión fue unánime y aplastante: esta deuda la va a pagar su madre.
Bueno, amigos y amigas, que diría Bugs Bunny: no se hagan ilusiones. Si a Islandia se le ha permitido (momentáneamente) semejante osadía es por la simple razón de que lo que haga Islandia no le importa a nadie. Islandia será olvidada rápidamente y sus habitantes condenados de nuevo a la miseria endémica resultante de estar a malas con el FMI (lo sorprendente del caso es que se obtiene exactamente el mismo resultado –pero igualito igualito- cuando se está a buenas con ellos…). El ostracismo se cernirá sobre los islandeses, que, para bien o para mal, volverán a sus viejos hábitos alimenticios de pescado para desayunar, comer y cenar. Fin de la historia. Cae el telón. Suenan los aplausos y a dormir que mañana hay que madrugar.
¿O, quizá…? Ruge el volcán islandés, violenta metáfora encarnada en fuego de que Islandia se resiste a ser olvidada. La madre tierra, pachamama, espíritu de Pandora o como quieran llamarle eleva su queja al cielo, dispuesta (milagrosamente) a colapsar todos los aeropuertos europeos. Ellos quieren cash (efectivo), pero los islandeses vomitan ash (ceniza). ¡Todo un golpe de efecto! No nos cabe duda de que Europa, por su parte, le añadirá a Islandia la factura del cierre de aeropuertos (total, si le quieren hacer pagar la fiesta de sus banqueros, con más lógica habrán de apoquinar con los desmadres de sus maleducados volcanes). Fantaseamos con la Unión Europea mandando sus tropas a Islandia para someter a ese volcán incómodo, y, ya de paso, atracar a mano armada las reservas de pescado de los pobres islandeses o, si son capaces, llevarse sus géiseres en helicópteros para ponerlos como trofeo de guerra en los campos Elíseos…
Poco podemos hacer para ayudar y promocionar la revolucionaria decisión de Islandia: ¡que paguen ellos! Poco podemos hacer, excepto, quizá, no dejarlos caer en el olvido…que es lo que ellos seguramente pretenden. ¡Que viva Islandia!
Para leer más sobre Islandia chequen este artículo y este otro y este de más allá.
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