jueves, 15 de abril de 2010

“Franco: sucedieron los nietos"



¡Madrid: tenemos un problema! No es que Franco regrese, es que nunca se fue. Los españoles despiertan ahora a la horrenda realidad del darse cuenta que, muerto el perro, continuó la rabia. Y es que aunque el perro lleve treinta y cinco años pudriéndose bajo una losa (allá bien lejos, en el Valle de los Caídos, bien acompañado por miles y miles de republicanos raptados ilegalmente de sus fosas), ahí nos dejó a toda su recua de herederos. El principal de ellos, el actual Rey de España, Juan Carlos de Borbón, lo expresó con exquisita claridad cuando recibió el cetro siguiendo las instrucciones del “Caudillo” al pie de la letra:

“Quiero expresar en primer lugar que recibo de Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo Franco, la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936.”

Acertadísimo estuvo el Rey para definir el meollo del asunto: la democracia española se basa en la legitimidad de un golpe de estado fascista. Ósease: que ni es legitimidad, ni es nada. Una ley de amnistía que por fin está siendo cuestionada protege los intereses de todos aquellos que estuvieron involucrados por activa y por pasiva (pero sobre todo por activa) en el franquismo: casualmente, los mismos que siguen dirigiendo el cotarro y haciéndose ricos mediante prebendas y concesiones. Oigan: el parlamento está llenito de ellos. Nada nuevo bajo el sol, es cierto, y no hay de qué sorprenderse. Pero: ¿a que jode?

71 años de ignominia han transcurrido. 71 largos años de brutal dictadura y falsa democracia (asentada, como hemos visto, sobre las bases de un golpe de estado). Ellos, cómodamente instalados en los beneficios siempre ascendentes de sus empresas oportunamente privatizadas, ellos, que gestionan propiedades por doquier, ellos, que escriben y aplican la ley, estaban ya tranquilos: al fin (debieron decirse, entre botella y botella de Don Perignon, entre un “recalifícame este terrenito” y “cómprale un relojito a la Perla”) estos pelaos se han olvidao de sus agüelos…en el límite de la desfachatez, se atrevieron incluso a querer meter en la cárcel al único juez que ha querido hacer algo por las familias que aún buscan dar digna sepultura a sus muertos.

Error. Craso error. Grandísmo error.

Y es que larga es la memoria de este pueblo que ha sido apaleado como perro callejero. Larga y triste es la memoria de los humillados. Muertos –tirados en cunetas, en pozos, recubiertos con cal viva, sin una mala losa que señale su nombre, raptados luego sus huesos para velar la larga pesadilla del Caudillo-, desaparecidos, expulsados y sin patria, humillados y hambrientos los que quedaron en territorio español, asfixiados en las cámaras de gas de Auschwitz o despachados con inyección de gasolina en Mauthausen, muertos los perdedores y muertos sus hijos, los nietos retomamos la bandera caída. Como diría Blas de Otero:

“Sucedieron naufragios, sucedieron problemas, muertes, sucedieron los nietos,
y la humanidad siguió impasible refugiada bajo el alba
invulnerable como el alba,
pálida como el alba,
indemne como el alba.
Una vez más amanece.”

Sucedieron los nietos: y una vez más amanece. Que sepan, pues, todos ellos que ni olvidamos ahora ni hemos olvidado nunca. Tampoco, por cierto, hemos perdonado: quizá porque tanto es su orgullo que ni siquiera se han molestado en pedir perdón. Quiera su dios que vivan todos ellos para vernos reclamar -al fin, larga ha sido la noche- la dignidad usurpada. Que lo sepan tod@s: la Tercera República está en camino.

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